dijous, 17 de novembre del 2011

EL DOMADOR DE PUCES en Mallorca


La noche era suave y cálida, el extraño otoño mallorquín. En el “Espai Illes”, en pleno “call” palmesano, nos reunimos un grupo selecto para asistir a la presentación de la última novela de Francesc Valls-Calçada, “El domador de puces”. Me tocó el honor de ejercer de presentador y, según los comentarios que pude pillar al final del acto, no lo hice del todo mal. Hay quien dice que Francesc Valls y un servidor somos almas gemelas: ya me gustaría -expliqué- ser capaz de escribir una novela tan apasionante y sugerente como la suya. Quería transmitir al público toda la magia de un relato capaz de trasladar al lector a escenarios tan sugerentes como Egipto, la Argentina opulenta y tumultuosa de la primera mitad del siglo XX, la Rusia zarista, el París bohemio o la Cataluña medieval. Intenté explicar el gran acierto de Francesc al ser capaz de mezclar épocas y personajes en una historia frenética que gira en torno al supuesto anillo del rey Salomón. Era lógico que me entusiasmase hablando de un libro que me gustó mucho porque contiene -y así lo expuse- las dos grandes pasiones de mi vida: la identidad judía y la literatura en catalán.
El auditorio parecía hecho a la medida del acto. Junto al conseller de Cultura -cuya presencia, inesperada, fue una grata sorpresa para todos- estaba el director del IEB, Tòfol Vidal. Y entre el público, una nutrida representación de miembros de la Comunidad Judía. Valls se sintió muy a gusto, y así lo expresó en su casi emocionada intervención. Tras los parlamentos oficiales, quedó flotando en la atmósfera de la sala la cuestión que yo había formulado para cerrar mi intervención: si “El domador de puces” es, como creo, una novela mejor que “El código Da Vinci”, ¿por qué no se ha traducido a veinte idiomas y distribuido por todo el mundo?
Era una buena pregunta, sobretodo si pensamos que fue planteada ante los responsables en Baleares de la promoción y apoyo de nuestros libros, los escritos en catalán. Era obvio que nadie podía improvisar una respuesta concreta, pero el tema quedó “colgado” en el ambiente. Algo así como un compromiso o una apuesta de trabajo.
La pregunta: si “El domador de puces” es una novela mejor que “El código Da Vinci”, ¿por qué no se ha traducido a veinte idiomas y distribuido por todo el mundo?

Miquel Segura

article publicat a la columna "El intruso" del diari "Ultima Hora"